viernes, 26 de septiembre de 2008

Temas variados sobre la radio

Muchas veces los que hacemos radio nos quejamos porque nuestro medio no suele ser noticia. A veces ni siquiera para los mismos espacios informativos radiales.

Hoy quiero comentar algunos temas que interesan sobre diferentes temas relacionados con la radio.

Los resumo por si algún lector prefiere no leerlos todos.

Primero los ecos de la «pega» o broma que le hicieron a una oyente en una emisora bogotana, con el supuesto secuestro de un pariente.

Después el nuevo Estatuto de radio, promulgado en días pasados por el Ministerio de Comunicaciones.

También un proyecto de ley en el que volvemos a los tiempos de la cuota obligada para la llamada «música colombiana».

Y por último unos apuntes sobre radio digital, ahora que ya se tomaron decisiones sobre la televisión digital.

Temas variados para no aburrir a los lectores.

Todo por el rating

Causa indignación la explicación que dieron los responsables de la emisora que protagonizó la broma macabra sobre el secuestro. Su excusa con el argumento de que todo estaba acordado con la «víctima» de la pega… esto indigna porque es una doble burla a los oyentes. Por una parte porque se justifica el engaño a los oyentes, haciéndoles creer que lo que oyen es realidad, cuando solo es un burdo montaje… y por supuesto indigna que se justifique ese estilo de humor, que no solo en Colombia, es un humor macabro que supone que la desgracia del prójimo puede ser motivo de risa y burla. Todo por el rating. Como en el peor de los realities parece que la idea es generar noticia para ser recordados por la audiencia, que en estos días es entrevistada para recoger las cifras del Estudio General de Medios (EGM). La pregunta acerca de lo punible de esta conducta es realmente secundaria frente a la desfachatez de sus protagonistas.

Nuevo estatuto de radiodifusión

Maticemos este trago amargo con una buena noticia. Mediante el Decreto 2805 de 2008, el Ministerio de Comunicaciones ha expedido el nuevo estatuto de la radio colombiana. Es importante este decreto por varias razones. La primera porque muestra que el tema de la radio es prioritario en el actual Ministerio. Recordemos que también en se expidió en días pasados un Conpes, que avanza en la consolidación de una política estable y de largo aliento por la radio comunitaria. En segundo lugar, es importante la expedición del estatuto porque allí se actualizan muchas de las clasificaciones de emisoras, en particular se va clarificando la categoría de «interés público» con sus diversas modalidades. Por último es importante este estatuto porque allí se ratifica el amplio espectro que cubren las tres modalidades de programación de la radio colombiana: la comercial, la de interés público y la comunitaria. Se consolida una visión pluralista del ejercicio radial, excepcional en el continente americano y en buena parte del mundo, ya que de esta manera todos los sectores y los intereses de la sociedad tienen posibilidad de expresarse en el servicio sonoro de radiodifusión. Para ilustrar esto con mayor claridad, recordemos que en Estados Unidos no hay radio financiada por el Estado; en México no tienen las comunidades asignación de frecuencias; en Argentina todavía se discute este derecho de la comunidad; en Chile sí se le da a la comunidad posibilidad de expresarse pero con potencias asignadas a las emisoras que son de muy corto alcance. En Venezuela, la radio comunitaria está completamente tutelada por el gobierno. Esto para dar solo algunos ejemplos de la amplitud y diversidad que permite el modelo de radiodifusión en Colombia.

Volver al pasado

Por último quisiera comentar un proyecto de ley presentado a la Cámara de Representantes, en el cual se vuelve a la vieja idea de que el gusto popular, en el tema de la música en este caso, se puede orientar, crear y moldear por leyes.

Pretende este proyecto que en la radio, la televisión y la internet el Estado obligue a la programación de un 60 por ciento de música colombiana y un 40 por ciento de música extranjera. Sin duda este proyecto pretende emular la sonada Ley Resorte (responsabilidad social en radio y televisión) que hace unos años se expidió en la vecina República Bolivariana de Venezuela. Y decimos emular porque este proyecto intenta «Imitar las acciones de otro procurando igualarlas e incluso excederlas» tal como define el Diccionario de la Lengua Castellana de la Academia.

Hay algunas cosas que llaman la atención en este proyecto de ley y en su «exposición de motivos». Lo más relevante, sin dudas, es la debilidad de argumentación y la falta de técnica jurídica. En cuanto a argumentación presentada en la exposición de motivos se echa de menos una adecuada conceptualización de lo que debería ser considerado como música colombiana, si es que este concepto tiene lugar en el mundo globalizado de hoy. Hace rato la musicología renunció a buscar estas quintaesencias que permitirían diferenciar lo nacional de lo extranjero. De manera simple podría uno preguntarse qué es más colombiano: una gavota de Pedro Morales Pino (ritmo de origen europeo y compositor nacido en Colombia) o un pasillo de Terig Tucci (ritmo colombiano y compositor nacido en Argentina); un calipso compuesto en Old Providence o un tema de jazz compuesto por nuestros músicos residentes en Nueva York… y esto para no hablar de los temas rockeros compuestos por jóvenes de los barrios populares de Medellín o Pereira, o los merengues de las orillas del Magdalena… en todo caso el proyecto de ley en mención solo nos dice que se entenderá por «Música Colombiana: Aquella que contiene diversos géneros que identifican cada región del territorio haciéndose muy frecuente el hallazgo de varios estilos musicales en cada una de las regiones». Definición por demás vaga y además mal redactada.

Por otra parte, y para resaltar un solo elemento de mala técnica jurídica, o simple desconocimiento de la legislación vigente, ordena el proyecto de ley que se legisle sobre el contenido de páginas de internet, idea inaplicable pues no es posible determinar los alcances legales en este punto, y por otra parte crea un Fondo para la promoción de la música colombiana y lo pone en cabeza del Ministerio de Comunicaciones… también aquí habría que decir que de ser viable, tendría que estar a cargo del Ministerio de Cultura, por competencia asignada constitucionalmente.

Dejamos en manos y cabeza de nuestros lectores la opinión que merezcan estos acontecimientos ligados al desarrollo de nuestro medio radial.

martes, 12 de agosto de 2008

La radionovela ayer y hoy

Tengo sobre mi escritorio una producción reciente de Radio Nederland, la prestigiosa emisora de los Países Bajos, cuyo título es La incomprendida. Como quiera que tiene por antetítulo la palabra «Radionovela>>, antes de abrir y escuchar el primer capítulo, tuve la ilusión de que se tratara de algún tipo de defensa de este viejo género melodramático.

Confieso que me hice la ilusión de encontrar una actualización de la discusión sobre la vigencia del género, sobre su utilidad y, por qué no, sobre sus posibilidades radiofónicas, en un mundo en el que los hábitos de consumo de los medios, en general, y de la radio, en particular, han cambiado de manera drástica en los últimos 5 años.

Todas estas expectativas se originaron en que una semana antes nuestra emisora colega, Radiónica, también de RTVC, había merecido una mención en la revista Cambio, gracias a la emisión diaria de Los detectives salvajes, una radionovela precisamente, y todo esto porque lamentablemente falleció Gaspar Ospina, la inolvidable voz que encarnó al inmortal Kalimán, el hombre increíble.

Pues bien, escuchado el primer capítulo de La incomprendida, empecé a ver que no nos animan los mismos motivos, ni las mismas razones para producir radionovelas. Hay tan hondas y fuertes diferencias entre esta producción de Radio Nederland y la de Los detectives salvajes, de Radiónica, que me hicieron tomar la decisión de escribir acerca de lo que pensamos en Radio Nacional y en Radiónica sobre la radionovela en el momento actual.

Hacemos radionovela, en primer lugar, porque consideramos que todos los formatos radiofónicos son útiles, vigentes y tienen importancia. Una radio pública tiene la obligación de pensar en sus audiencias más allá de las modas o los intereses inmediatos, sean ellos económicos o de otra índole. Así, pensamos que todo lo que nos sirva para entretener a nuestra audiencia puede y debe ser intentado. Pero como sabemos que la audiencia no es ingenua, hacemos lo posible por usar los diferentes formatos de forma que ellos respeten la inteligencia y conocimientos de quienes nos oyen y de quienes pueden llegar a oírnos.

Hacemos radionovela, en segundo lugar, pensando en los hábitos de nuestros oyentes. Ya nadie se sienta a oír la radio en la tranquilidad del hogar, poniendo sus cinco sentidos en lo que se escucha. Ahora escuchamos la radio, como parte del sonido de fondo. Con atención fragmentaria, por momentos, mientras hacemos otras tareas, mientras vamos en un vehículo que circula en medio del ruido y nos ofrece muchos motivos de distracción visual, oral, mental, etcétera. Es por esto que nuestros capítulos duran máximo 5 minutos, y además están disponibles en la web, para los que quieren escucharlos de nuevo.

Hacemos radionovela, en tercer lugar, sabiendo que la gran mayoría de quienes nos escuchan esperan del melodrama algo nuevo, no las mismas fórmulas de hace 40 o 50 años. Por esto, como bien los dice el periodista que hizo el artículo de la revista Cambio, lo que hacemos es más una parodia del género dramático, que un inútil intento por darle vigencia más allá de sus posibilidades actuales.

En este punto hay que resaltar que siguiendo el diccionario parodia es: «Imitación burlesca de una obra literaria o artística de cualquier clase, de los gestos, manera de hablar o actitudes de alguien, o de cualquier otra cosa», es decir, hecho con la intención de entretener, que a su vez, es «Hacer pasar agradablemente el tiempo».

Porque hoy la radio es un medio de acompañamiento, un medio que tiene que servir como «la banda sonora de nuestra vida».

En esta línea de pensamiento creemos que todos los géneros, usados o por inventarse, son parte de los recursos que tenemos los que hacemos radio para invitar a nuestros oyentes a escucharnos.

¡Ah! Se me olvidaba contarles que la radionovela de Radio Nederland, tiene capítulos de 26 minutos… y está hecha con los recursos sonoros y el estilo de voces de la radionovela clásica…

martes, 1 de julio de 2008

¿Calidad versus audiencia?

En estos días en que todos los medios andamos hablando de las mediciones del Estudio General de Medios (EGM), la pregunta del título adquiere renovado interés.

Se supone que la calidad es contraria a la búsqueda de grandes audiencias. Y detrás de esta suposición hay, como en una caja china, otras suposiciones que pretenden sustentarla.

En primer lugar está el viejo prejuicio expresado en el refrán ese que afirma que no se les debe dar ponqué a los marranos. Es decir, la calidad no se ha hecho para las grandes masas. Prejuicio que, en pleno siglo 21, no deberíamos siquiera considerar.

También hay, detrás de la suposición que contrapone calidad a grandes audiencias, la idea de que los medios llamados culturales no tienen por qué competir por números (oyentes para el caso de la radio) porque su labor se mide con otros parámetros. Pocas veces se explicitan estos parámetros, pero es claro que están referidos a modelos de radio como la BBC en sus primeras épocas, o la PBS (radios públicas de los Estados Unidos).

En el fondo de esta cadena de suposiciones encontramos prejuicios y anacronismos que debemos explicitar. Entre estos encontramos la idea de mediados del siglo pasado de contraponer cultura a cultura de masas. Esta distinción dio nacimiento a las políticas de programación de emisoras como la BBC, en las que por décadas no se escuchó nada diferente a música clásica, conferencistas académicos y radioteatro (obras clásicas de la literatura). Programación basada en llevar «alta cultura» a las clases medias. Se consideraba, y todavía algunos lo consideran, que los medios no pueden brindar entretenimiento y ser difusores de cultura, o lo que es lo mismo, que la cultura para merecer este nombre tiene que ser aburrida. Era el modelo europeo de programación que, con la llegada del rock y el pop, con las revueltas de mayo del 68 y con la competencia de la televisión, fue cediendo el paso al modelo norteamericano, basado en la música popular, los noticieros y las radionovelas.

Este modelo europeo es el que da origen a la idea de hacer radio para la inmensa minoría, mientras el modelo norteamericano conquistó las audiencias que permitieron que en América (de norte a sur) la radio pudiese enfrentar la competencia de la televisión y mantener cuotas de audiencia significativas, aún el día de hoy.

Ante la variedad y abundancia de grupos que consumen la también variada y abundante oferta mediática, el concepto de calidad no puede mirarse sin tener como referencia el grupo que la consume. Ya no se puede plantear un solo criterio de calidad, como en la primera mitad del siglo 20.

Los oyentes que nos escuchan evalúan la calidad de nuestra oferta radial en función de sus necesidades, de lo que ofrecemos para acompañarlos, de las posibilidades de obtener información útil para su vida cotidiana, de la variedad y riqueza de nuestros contenidos musicales e informativos.

La relación entre calidad y audiencia no se mide, hoy, por números absolutos, se mide en relación con los nichos que se construyen y es allí en donde el número tiene significación. Si pretende vender automóviles deportivos de altísimo costo, un nicho de 5 mil oyentes puede ser más que suficiente, en cambio si la meta es vender productos alimenticios populares, tendríamos que reconocer que 300 mil oyentes es apenas un grupo interesante.

O como dice Serrat en alguna canción: «No hay que confundir valor y precio».

martes, 6 de mayo de 2008

Oyentes, audiencias, consumidores

Es frecuente que ninguna de estas palabras circule mucho por las cabezas de los responsables de las emisoras públicas, universitarias, cultas, no comerciales (en el fondo tampoco importan mucho los muchos nombres que toman las emisoras que en últimas nos identificamos por no ser comerciales, es decir, por no tener como meta principal de nuestra actividad el lucro).

Siguiendo una larga tradición que viene de las viejas emisoras estatales europeas de pre y posguerra (décadas de los años 30, 40 y 50 del siglo pasado), las emisoras sostenidas por dineros públicos se acostumbraron a no ocuparse de la audiencia. Se acostumbraron a tomar las mediciones de audiencia, aparecidas primero, y las de hábitos de consumo, aparecidas después, como algo útil solamente para las emisoras que, por ser comerciales, tienen que entregar a sus anunciantes cifras de cuántas personas las escuchan, como patrón de medida que permite fijar costo a la pauta publicitaria. El problema es que las emisoras públicas también necesitan saber quién las oye, si son pocas o muchas personas, si lo que programan gusta o no, interesa o no, es útil o no. En fin, en cuanto medios de comunicación masiva tienen necesidad de saber si en efecto son masivos o solo los escucha la «inmensa minoría».

Es ya una vieja, y por desgracia no abolida, discusión entre los que se ocupan de las ciencias sociales la oposición entre lo cuantitativo y lo cualitativo. Quienes argumentan en favor de que los medios públicos nos olvidemos de los temas de audiencias, oyentes y consumidores, generalmente se muestran inclinados a recomendar estudios de carácter cualitativo. Nada de encuestas, ni de muestreos, ni de números o cifras. Solamente estudios cualitativos. El punto es que sin números las cualidades son engañosas. No hay duda, por ejemplo, de que la música clásica tiene su grupo de oyentes que aún la quieren escuchar por radio; la pregunta inevitable es ¿más allá de la importancia de este grupo, son más o menos que los que quieren que la radio les programe noticias? ¿cómo saber a cuál grupo atender si solo se tienen 24 horas de programación?

Por el camino de lo cualitativo, sin ocuparse de su correlación con lo cuantitativo, las radios terminan programando lo que les gusta a sus responsables. No hay otro límite que la opinión de quienes las programan. Argumentos para sostener estas decisiones suelen ser muchos y variados: desde el más tradicional de que así se ha hecho siempre en la buena radio, hasta los más pobres de que lo programado es importante porque así le parece a esta o aquella persona que sabe mucho justamente de eso que programa.

Mientras tanto las emisoras se mueven camino del autismo, definido por el diccionario como «Trastorno mental en que el individuo se concentra en su mundo interior y tiene una capacidad muy limitada de relacionarse con lo que le rodea». De forma similar las radios pierden capacidad justamente de conectarse con el único mundo que es imprescindible para una emisora: el mundo de quienes la escuchan.

En su condición de medio masivo, una emisora tiene que tener claro quiénes la escuchan y cuántos son. Es cierto que no basta con esto, pero por alli se empieza. En el mundo contemporáneo ningún medio de comunicación, que quiera merecer su nombre, puede ignorar a quienes lo consumen. Es mucha la oferta, es mucha la necesidad de buena oferta y solo es buena oferta la que ofrece utilidad para grupos importantes de oyentes.

Ya lo dijo Bertolt Brecht, en un texto pionero de cuando la radio tenía escasos 10 años de ser medio de comunicación:

«En mala situación está un hombre que tiene algo que decir y no encuentra oyentes. Pero todavía están peor los oyentes que no encuentran quien tenga algo que decirles».

La información en los medios públicos

No estamos acostumbrados a que los medios públicos, sea radio o televisión, intervengan activamente en la formación de la opinión política de los colombianos.

Por razones históricas, que pueden rastrearse hasta el «bogotazo», nuestros medios públicos han sido abiertamente mudos o simples voceros pasivos de los puntos de vista institucionales. El ejercicio periodístico en los medios públicos no tiene una trayectoria que pueda ser mostrada como aporte significativo al ejercicio de los principios del periodismo. Habría que exceptuar en los últimos años algunos noticieros que se desarrollan en los canales regionales y el espacio de UN Análisis. Ni son muchos ni alcanzan a ser paradigmáticos.

Estos antecedentes tornan compleja la labor de desarrollar informativos en un medio como la Radio Nacional de Colombia. Claro que a nivel europeo existe el paradigma que por años ha sido mostrado en las cátedras como ejemplo de buen periodismo: los servicios informativos de la BBC de Londres. Desarrollados durante la Segunda Guerra Mundial, del siglo 20, estos servicios aprovechan de manera ejemplar el carácter realmente mixto que tiene desde el punto de vista organizacional la experiencia británica. Se suele olvidar que la «C» de la sigla corresponde a la palabra «Corporation», porque desde su constitución el Estado británico entregó a una corporación integrada en su momento por los fabricantes de equipos radiofónicos, la obligación de desarrollar un medio que, financiado por impuestos y programado por una élite intelectual, ejecutara la tarea monopólica de ofrecer acceso a la alta cultura y a la información.

Otra historia es la de los medios «públicos» norteamericanos, financiados y programados por los ciudadanos, sin injerencia ninguna del Estado. No hay que olvidar que la Voice Of America no es una emisora para consumo adentro de las fronteras, sino exclusivamente para emisión en el extranjero de los EEUU.

El modelo existe, pero como bien recordaba alguna vez el Maestro Darío Echandía, refiriéndose a alguna legislación: «olvidan que no vivimos en Dinamarca, sino en Cundinamarca». En otras palabras, en nuestra circunstancia nos toca desarrollar propuestas propias, adecuadas y aclimatadas a nuestras particularidades, aunque acreedoras de las experiencias de otras naciones.

La Radio Nacional de Colombia ha iniciado desde el año pasado el ejercicio de desarrollar una programación informativa que busca ofrecer contenidos que conjuguen búsqueda de temas complementarios de las agendas noticiosas comerciales, con un tratamiento que, sin perder en profundidad, sea al mismo tiempo entretenido y accesible a grandes grupos de población. Nuestra vocación de servicio a todo el territorio nos impone evitar un estilo que privilegie la información del centro del país.

En esta línea, momentos álgidos como los que vivimos por estos días nos exigen tener propuestas que busquen construir capacidad crítica de los oyentes al tiempo que enfatizamos en respetar la diversidad de opiniones y la inmensa necesidad de tener información que nos permita a todos ser mejores ciudadanos. Responsables con nuestras obligaciones y conocedores de nuestros derechos y deberes.

Nos interesa que nuestra información contribuya a aclimatar ambientes de convivencia, de respeto por la diversidad de opiniones. Nos interesa resaltar los logros de muchos ciudadanos que son ejemplo de fe en el futuro de nuestra nación. Nos interesa aportar a la divulgación del compromiso de muchos ciudadanos con la construcción de un país que busca todos los días dejar atrás el recurso de la violencia armada, que buscan aclimatar compromisos de reconciliación y que se comprometen con formas de ejercer la ciudadanía sin acudir al uso de las armas.
Una pregunta queda en el aire: ¿deben los medios públicos intervenir en la información y la formación de la opinión pública?

Una Radio Nacional para el siglo 21

Antes era la Radiodifusora, y era conocida por su programación de pasillos, bambucos, y claro, mucha música clásica… también podría decirse que se la conocía por ser un poco aburrida y con una programación como detenida en los años 50 del siglo pasado.

Es muy posible que si está leyendo este blog haya llegado a partir de la página web de la nueva Radio Nacional de Colombia. Y también es probable que su edad esté alrededor de los 45 años, pero son solo probabilidades.

En la entrega de los Premios Simón Bolívar, del año pasado, Julio Sánchez Cristo decía que «Es increíble que en Colombia haya una red de radio como la Radio Nacional de Colombia y esté archivada…», y de paso invitaba a esta radio a ser competitiva. Detrás de esas palabras hay muchas ideas implícitas. Y una evidencia: mucha gente se quedó con la vieja imagen de la Radio Nacional.

Es cierto que en casi todos los países europeos la radio pública es punto de referencia de calidad, variedad e innovación en lenguajes y propuestas radiales. Otra cosa es la radio pública norteamericana que no es sostenida por el Estado sino por las comunidades para las que emite su programación (similar a nuestra radio comunitaria).

Cuando el gobierno de Eduardo Santos creó la Radio Nacional de Colombia, en 1940, hacía parte de un proyecto cultural y educativo de amplio alcance, que trascendía el cuatrienio presidencial y tenía la mira de contribuir a las metas de los gobiernos liberales, junto con la Biblioteca Aldeana, la encuesta folclórica nacional, el fortalecimiento de la Biblioteca Nacional, entre otros proyectos. Pero pasaron los gobiernos liberales, llegaron los conservadores, les sucedió el gobierno militar de Rojas y apareció la televisión. Y el letargo del Frente Nacional. El papel innovador de la radio cedió el paso a las imágenes y, al igual que el proyecto alfabetizador de Sutatenza, también la radiodifusora entró en un letargo, arrullado por administraciones indolentes y por un sindicato carente de miras de largo plazo.

El siglo 21 impone retos a todos los medios y a los medios públicos les impone retos de mayor tamaño, pues no solo tienen que afrontar las consecuencias de la digitalización, la competencia global y la disgregación de las audiencias tradicionales, sino que tienen que reinventarse en su razón de ser, tienen que encontrar nuevas formas de ser nacionales y públicos sin dejar de lado la obligación de ser competitivos en la búsqueda de audiencias amplias, en el reto de cumplir con una misión y una visión que los diferencia de los medios comerciales y tienen que demostrar capacidad de aprovechar los recursos que tienen (económicos, de gestión, de conocimiento, entre otros). Muchos retos pero todos posibles de ser enfrentados y de ser resueltos. Esa es la nueva Radio Nacional y ese es el espíritu de Radio Televisión Nacional de Colombia.